Irán, centrales nucleares y la izquierda europea

25/Mar/2011

Brecha, Nazanín Amirian

Irán, centrales nucleares y la izquierda europea

25-3-2011 Nazanín Amirian
La postura de las fuerzas progresistas europeas a favor del programa nuclear de Irán, es otra muestra de su absurda postura de colocarse en la posición contraria a la de EEUU y de Israel de forma mecánica, al tiempo que luchan por desmantelar las centrales nucleares de su sus propios países. A los peligros que comporta el uso de esta energía, se añaden la emisión de radiactividad, así como la gestión de los residuos, que para desparecer necesitan miles de años.
Hace tres años en el libro “Irak, Afganistán e Irán: 40 respuestas al conflicto de Oriente Próximo (Lengua de Trapo) que escribí junto con Martha Zein, recordamos el peligro que suponía, para el pueblo y la zona, el proyecto nuclear de Irán, aunque fuera sólo para el civil y pacífico.
El terremoto de Japón pone de relieve los riesgos de esta energía y el desastre que puede provocar, incluso en un país tan preparado para esos temblores como Japón. Irán, después de Japón, es el segundo país del mundo en movimientos sísmicos. Cada año suceden unos 4000 temblores de diferentes grados de Richter, y dejan un promedio de 1000 muertos al mes y miles de edificios y casas derrumbadas. El régimen de Irán no invierte en la seguridad de los ciudadanos ni exige la construcción de viviendas antisísmicas en las zonas de riesgo. Millones de personas aun habitan en infraviviendas y casas de adobe, a pesar de caminar sobre un mar de oro negro. La tragedia de Bam (2003) puede repetirse en cualquier momento. Aquel seísmo, de 6,2 grados de Richter mató a unas 50.000 personas, dejó heridas a 40.000, y a otras 80.000 sin hogar. El régimen, temeroso a que la tragedia se convirtiera en una protesta política, impidió la llegada de las personas solidarias a la zona e incluso, desde su fanatismo religioso, impidió que los perros de los equipos de rescate extranjeros buscaran a los supervivientes. Bam, no está lejos de la central nuclear de Bushehr. ¿Se imaginan un desastre nuclear en un Irán, cuyas infraestructuras ni la gestión de desastres no son nada comparables con los de Japón? Los sismólogos prevén un gran temblor de tierra para los próximos 10 años en Teherán, ciudad con 12 millones de habitantes.
Cualquier país tiene derecho de diversificar sus fuentes de energía, sobre todo cuando la era del petróleo comienza su declive. Este problema también acucia a Irán. Se estiman que las actuales reservas del petróleo iraní son de 133 gigabarrels. Si se mantiene el índice de bombeo actual, 1.5-1.8 gigabarrels por año, los pozos se secarán en los próximos 80-90 años. Por otro lado, las centrales hidroeléctricas están descartadas en un país tan seco como Irán.
Irán hoy produce un 30 por ciento menos el petróleo que antes de la revolución del 1979, mientras que el consumo interno ha aumentado 8% anualmente. La política petrolífera del gobierno sigue dando más importancia a las exportaciones que a la demanda interna (el 68% del presupuesto del Estado procede de la renta del petróleo), de modo que los ciudadanos iraníes no viven de sus propios recursos. Irán importa gasoleo por valor de 4 mil millones de dólares anuales.
Una central nuclear para la producción de electricidad le costaría a Irán una quinta parte de los 40 mil millones de dólares que tendría que invertir si tuviera que reparar y ampliar la capacidad de su industria petrolífera, obsoleta, sin contar con los costes medioambientales y la cuantía que habría desembolsar para proteger estas centrales nucleares en una región tan conflictiva, como Oriente medio.
¡No se preocupen por la contaminación que origina el petróleo! Sólo en la capital, Teherán, se registran unos niveles de CO2, 50 veces más que una gran ciudad europea, causada por la antigüedad de los vehículos de transporte, y que mata a unos 22 mil ciudadanos por enfermedades derivadas de la contaminación, y que a menudo obliga al gobierno pedir a los ciudadanos a que no salgan a la calle.
Más allá de las críticas procedentes de las acusaciones de EEUU y sus aliados, parte de la comunidad científica del país cuestiona la rentabilidad de estas instalaciones nucleares. Para ellos, en este lugar del mundo precisamente la energía no es ni será (durante décadas) un problema.
Después de Rusia, Irán es la segunda reserva del gas del planeta, el con 26.602 mil millones de metros cuadrados, poseyendo el 15,6% de la totalidad de gas. Con que se mantuvieran los niveles de extracción actuales, esta situación podría durar otros 319 años más. Siendo, además, la segunda reserva del petróleo del mundo, sin contar las bolsas del Mar Caspio, y con los niveles actuales de extracción, Irán podrá obtener Oro Negro sin problemas durante los próximos 70 años.
Ante la escasez de minas del Uranio en el mundo, y la feroz competencia de las grandes potencias para obtenerlo, los márgenes de funcionamiento de una central nuclear en un Irán perseguido, se reducen drásticamente, haciendo que la simple extracción y depuración de un kilo de uranio cuesta a las arcas iraníes unos 78 euros, es decir, 3 veces más que su precio en el mercado internacional, controlado por las potencias nucleares.
El nivel de industrialización de un país y el bienestar de sus ciudadanos no depende de la energía nuclear Ejemplos Austria, Dinamarca, Noruega, Nueva Zelanda o Australia. Frente a ellos, países como Pakistán o India, son poseedores de dichas instalaciones y sin embargo, el nivel de pobreza es ingente y el retraso de su desarrollo industrial evidente.
Tampoco la tecnología de enriquecimiento de uranio ayuda al desarrollo del resto de las industrias. Los cientos de millones que los diferentes  gobiernos iraníes han derrochado en esta industria desde la era del Sha hasta ahora, se podría haber invertido en la construcción de refinerías de gasoleo, algo mucho más rentable si se tiene en cuenta que su consumo es de 66 millones litros diarios, de los que hoy el 40 por ciento debe de importarse, lo que supone para las arcas públicas iraníes la pérdida de unos 3 mil millones de dólares al año.
El experto iraní, Kamran Behnia, afirma que el rendimiento de las centrales térmicas en Irán es aproximadamente del 37 %, mientras que una Central de Gas de Ciclo Combinado, CGCC, (que utiliza como combustible gas natural y genera electricidad a partir de una turbina de gas y otra de vapor) alcanza un rendimiento del 55%. A su juicio, el CGCC es el sistema más eficiente y limpio de producir electricidad a partir de los citados combustibles.
El coste de la construcción de una central nuclear en Irán es de 1,5 mil millones de dólares, tres veces más que una moderna con gas de igual potencia.
Con renovar sus centrales de electricidad, podrá producir energía equivalente a la de 20 centrales nucleares parecidas a la de Bushehr, con un coste considerablemente inferior.
Construyendo una central de gas en las orillas del Golfo Pérsico, y utilizando el agua del mar, podrá producir electricidad, depurar el agua dulce para el riego de miles de hectáreas de tierras de cultivo y utilizar la sal conseguida para fabricar miles de productos químicos.
Una postura responsable, basada en que los derechos humanos universales–en este caso de gozar de bienestar y de seguridad-, evitará tales posicionamientos peligrosos de quienes usan dos barras de medir, al servicio de sus planteamientos políticos arbitrarios.